RESEÑA
La cueva de los sueños olvidados (EUA, 2010) es el último esfuerzo del alemán Werner Herzog por trascender en la historia del cine. No es que lo necesitara. Sin embargo, esta vez, para asegurarse un espacio en periódicos, libros y el gusto del público, decidió hacer uso del 3D en un documental donde, como en los últimos años de su carrera, dedica su agudeza para reflexionar sobre el espíritu humano y su relación con la naturaleza.
"Con esta película, Herzog le dice a Transformers y todas esas cintas: dejen de intentar, para esto sirve el 3D". Así me invitó a entrar a La cueva... Alfredo Atala, miembro de Casa Nueve, una de las dos instancias distribuidoras de esta cinta en Puebla.
Y Atala tenía razón. El 3D como nunco lo había visto. Si bien Avatar (Cameron, 2009) nos sorprendió con el realismo de su mundo artificial, Herzog aprovecha este formato para transportarnos a las cavernas de Chauvet, en el sur francés, donde en 1994 un grupo de espeleólogos encontraron las pinturas ruprestres más antiguas conocidas hasta ahora.
Así, el alemán nos regala 90 minutos de una experiencia cinematográfica nunca antes vivida; una en la que, por primera vez, está justificada la acción de aquella mano que se estira para tocar la imagen que sale de la pantalla.
De acuerdo a las pruebas de carbono, algunas de las pinturas de la cueva datan de 30 mil años atrás. Gracias a que parte de su estructura se colapsó, las cavernas de Chauvet quedaron selladas y todo lo que ahí existe se conservó de manera formidable.
Como siempre, el director de Encuentros en el fin del mundo (2007) toma como pretexto la investigación de arquéologos, artistas, antropólogos, arqueozoólogos y demás expertos que tienen acceso al lugar para construir una reflexión sobre la trascendencia humana. Y en este caso, uno de los primeros esfuerzos de trascender de los que se tenga registro.
Y no solo eso. Las pinturas, que alcanzan un grado de detalle notable, por momentos parecen moverse. "Un ejemplo de proto-cine", dice Herzog en off con su inglés lleno de un acento alemán que convierte todo lo que dice en argumento de autoridad.
No obstante, algo que el cineasta no pierde de vista y refuerza con su epílogo: de nada sirve estudiar el pasado si lo hacemos para quedar atrapados en él. Estudiemos los orígenes de la humanidad, conservemos todos estos sitios, sí. Pero no olvidemos nuestro futuro y trabajemos para que este pueda existir.
Una lección de cine en 3D que estuvo disponible solo cuatro días en Puebla. A pesar de la calidad y a pesar de que los distribuidores consiguieron que la tarifa de entrada fuera la de una película "normal", habrá que esperar a tener nuestro equipo de reproducción casero en 3D...
¡Apoyemos el buen cine para que éste regrese a nuestra ciudad!