Venían de Guanajuato. Tenían entre 13 y 15 años, la edad que uno tiene cuando cursa el primero y tercero de Secundaria, si mi memoria y mis cálculos no fallan. Vestían uniformes deportivos blancos que contrastaban con los tonos de la exposición que recorrían, Nube Negra: Desvelar-Desenterrar-Desocultar.
Foto del curador y museógrafo de la exposición, Gustavo Ramírez Ramírez |
Cinco minutos para desenterrar esos recuerdos e historias y entonces será su turno de hablar, ¿de acuerdo? Cinco minutos para convertirse en arqueólogos contemporáneos y para ser partícipes de la pieza. ¿Todos enterados? La respuesta fue unánime.
Al término del plazo fue su turno. El guía solo hizo una pregunta: ¿Qué recordaron?
El chico de cabellos rojos levantó la mano. Con sus audífonos adornados con la bandera del Reino Unido se desplazó a una esquina de la pieza y señaló con el pie. "Este cajón me recuerda a alguien".
-¿A alguien concreto?
-Sí -y no dijo más.
Los cajones guardan recuerdos, continúo. "Estaba boca arriba, así que lo voltée para que los recuerdos y esa persona no escapen". Y permaneció callado, con la mirada hacia el cajón de madera, enegrecido, silencioso.
El recorrido siguió y a cada oportunidad, a cada pregunta, el chico de cabellos rojos tenía un comentario, una respuesta, con una mirada más viva que antes.
Al finalizar el recorrido, mientras uno de los responsables del grupo preguntaba sobre las generalidades del arte contemporáneo y expresaba su alegría por acercarse de una forma distinta a éste, el chico aguardaba a unos cuantos pasos.
-¿Si? ¿Te puedo ayudar?
-¿Podría tomarme una foto con usted?
Se acercaron a la pieza de talavera de Jan Hendrix y con su árbol hermosamente fragmentado pero contínuo, guía y adolescente esperaban a que el disparador de la cámara hiciera su labor.
"Muchas gracias", dijo el pelisrojo mientras estrechaba la mano del guía con sinceridad.