martes, 28 de enero de 2014

Recordando a José Emilio Pacheco (2)


Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquel? Debió ser 1939, un 30 de julio, en la Ciudad de México, cuando la luz de José Emilio Pacheco se encendió. Ya había PRM pero no PRI ni PAN. Habría, años más tardes, suplementos culturales, como Estaciones, donde fue director junto con Monsiváis
 
Chilango de la generación del cincuenta, escribió sobre otras latitudes, otros tiempos, como en Pompeya:
 
La tempestad de fuego nos sorprendió en el acto de la fornicación
No fuimos muertos por el río de lava.
Nos ahogaron los gases; la ceniza
nos sirvió de sudario.
Nuestros cuerpos
continuaron unidos en la roca:
petrificado espasmo interminable.
 
Era sencillo, honesto, humilde. Discreto. Cultivó la narrativa y la traducción, lo mismo que la poesía; todo con una firme convicción y amor. A diferencia de muchos, siempre vio al mundo desde el punto de vista de las víctimas. 
 
Los halcones son águilas domesticables.
Son perros 
de aquellos lobos.
Son bestias de una cruenta servidumbre.
Viven para la muerte.
Su vocación es dar la muerte.
Son los preservadores de la muerte
y la inmovilidad.
Los halcones: verdugos, policías.
Con su sadismo y servilismo ganan
una triste bazofia compensando
nuestra impotente envidia por la alas.
 
"Este no es un poema político. Lo juro", dijo en 2009 en Puebla. "Lo escribí en 1968, pero cómo iba a saber que en 1971 se convertiría en realidad. En serio". En cualquier caso, ahí queda, para la posteridad, Biología del halcón. Y quedan también decenas y decenas de libros suyos, bellos, imperdibles, imprescindibles. Quedan asimismo los elogios y reconocimientos a su obra, como el Premio José Donoso, el Octavio Paz, el Pablo Neruda, el Internacional Alfonso Reyes, el Xavier Villaurrutia, el García Lorca, y el Premio Cervantes.
 
Queda un gran vacío en las Letras Mexicanas desde el domingo 25 de enero pasado en que tu luz se extinguió, José Emilio Pacheco.

Pacheco en ITESM CCM.
Fuente: ITESM CCM (Creative Commons).

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